Crédito de la foto: paho.org
El Consejo Internacional de Enfermeras (CIE) está instando al grupo de naciones del G20, que se reunirá en Roma los días 30-31 de octubre, a que finalmente actúen con firmeza para proteger al personal de enfermería y sanitario fundamental frente a los estragos de la pandemia de COVID-19.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), cuyo trabajo sobre estas cifras ha contado con el apoyo del propio análisis del CIE, ha confirmado recientemente que hasta 180 000 trabajadores sanitarios han fallecido por la COVID-19, una tasa de mortalidad que el CIE considera una estimación conservadora. Como aún hay muchas enfermeras que tienen que trabajar sin vacunar y sin equipos de protección individual (EPI) adecuados en numerosos lugares del mundo, el CIE está instando a una acción coordinada para evitarlo porque en caso contrario morirá más personal sanitario y la pandemia no cesará.
El Director General del CIE Howard Catton ha declarado: "Creo que la estimación de hasta 180 000 muertes es conservadora y considero que la cifra real podría estar más cerca del cuarto de millón. Es una terrible acusación a los gobiernos por no haber protegido a estas enfermeras y otros trabajadores sanitarios que sencillamente estaban yendo a realizar su trabajo.
Sin embargo, otra cuestión importante y preocupante aquí es que el número total de fallecidos que los países se han molestado en notificar a la OMS es inferior a 7 000, lo cual sugiere que estas trágicas muertes no se están tomando en serio. ¿Qué le sucedería a otro sector si de repente matara a 250 000 personas de su personal en 18 meses como resultado de ir a trabajar sin la protección adecuada? Se cerraría. Pero evidentemente no se pueden cerrar los servicios sanitarios porque son demasiado importantes para nuestra salud y nuestro bienestar socioeconómico.
Una muerte es una tragedia: deja tras de sí a una familia sin una madre o un padre, niños huérfanos. Sin embargo, cuando se habla de miles de fallecidos, simplemente se trata como una estadística. Y cada enfermera que muere deja un vacío en una fuerza laboral que ya no da más de sí y es menor de la que hace falta: vamos a necesitar unos 12 millones de enfermeras más de aquí a 2030 solo para seguir en pie.
Los gobiernos han mirado hacia otro lado en esta tragedia y es imperdonable. Las mismas personas que nos salvan cuando lo necesitamos se han visto expuestas y siguen estando expuestas en muchas partes del mundo a una enfermedad mortal sin EPI y sin acceso prioritario a las vacunas. Y no debemos olvidar que la pandemia ha provocado un trauma colectivo en el personal sanitario cuyas consecuencias durarán años. Se está abandonando la profesión por la imposibilidad de quedarse mientras no se cuente con el apoyo necesario y haya vulnerabilidad ante los efectos de la pandemia. Ahora nos encontramos al borde de una crisis global de enfermeras y trabajadores sanitarios que tendrá repercusiones trágicas en todas partes. Los hospitales sin enfermeras no son más que almacenes para los enfermos, y los servicios comunitarios sin enfermeras no ofrecen ningún servicio.
Las enfermeras del mundo se van a reunir en el Congreso virtual del CIE del 2 al 4 de noviembre, tras haber seguido atentamente los acontecimientos del G20 durante el fin de semana. Los gobiernos del G20 están en una posición excelente para liderar y mostrar compasión por las enfermeras y otros trabajadores sanitarios que han hecho más que nadie para ver cómo el mundo superaba la pandemia. El CIE sostiene el llamamiento de Gordon Brown para que 240 000 000 vacunas 'de reserva' que andan por ahí sin utilizarse en las naciones ricas se transporten por avión a los países que más las necesitan. Basta ya de hablar - Ahora vamos a ver actuar al G20: es lo menos que pueden hacer".
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