Cuando el coronavirus llegó a nuestra sala de parto, Israel

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13 Abril 2021
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Autor: Karin Lee Ovadia, Partera Principal, Salas de Parto, Centro Médico Shamir

Para conmemorar el Día Internacional de la Salud de la Madre y la Investigación el 11 de abril, el CIE les ofrece una historia de las primeras líneas de cuidados de maternidad en Israel durante la pandemia de COVID-19.

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Cuando llegó el coronavirus a las salas de parto del Centro Médico Shamir, Karin Lee Ovadia y sus colegas formaban parte de un departamento de obstetricia y ginecología típico en un hospital de 891 camas en la región central de Israel que atiende a una población de 1,5 millones de musulmanes, cristianos y judíos, religiosos y laicos, y se ocupa del nacimiento de unos 9 000 bebés al año. El Centro cree en el derecho de los pacientes a tomar decisiones por sí mismos y sus familias y que la función del personal es apoyarles.

Cuando se prepararon salas de coronavirus y la sala principal de emergencias comenzó a trabajar a toda marcha, el personal se dio cuenta rápidamente de que el mundo había cambiado. Sin embargo, antes de eso ya se había tomado la decisión de que todas las mujeres embarazadas siguieran recibiendo los mejores cuidados y la mejor experiencia posible.

Para ello, se realizaron algunos cambios importantes en la organización física y funcional del departamento. La supervisora de enfermería, Regina, junto con todas las enfermeras principales del departamento, se sentó a examinar las opciones para comenzar a trasladar equipamiento, personal y pacientes hasta crear un servicio completamente nuevo sin plantilla extraordinaria ni edificios nuevos.

El área de admisión de ginecología – dos salas con una pequeña antecámara adyacente a las camas de parto – se transformó en salas de admisión de pacientes de obstetricia y ginecología con coronavirus. Se instalaron filtros portátiles HEPA y el equipamiento necesario para atender partos, realizar bloqueos epidurales, exámenes ginecológicos e incluso partos con ventosa en caso necesario.

En las áreas de parto, cada partera es responsable de tres salas con tres mujeres de parto entre las que se alterna constantemente para prestar los cuidados necesarios. Sin embargo, cuando una paciente accede a la sala de admisión de coronavirus la partera que entra con ella se queda “neutralizada” entre dos y tres horas y ya no puede alternarse entre salas y cuidar de las demás mujeres de parto. Por consiguiente, la partera principal y los demás colegas del turno la cubren hasta que otra partera pueda rotar a la sala de coronavirus, lo cual permite que la partera anterior salga, empapada de sudor, para desvestirse, ducharse y retomar los cuidados de las mujeres.

E.D. fue admitida a esta sala de coronavirus. Con cuarenta años y madre de seis niños, estaba en su semana 36 de un embarazo de mellizos espontáneo cuando llegó al hospital en ambulancia porque tenía fiebre y dificultad para respirar. Cuando fue admitida a la sala de coronavirus, tenía taquipnea y se encontraba en las primeras fases del parto con cuatro centímetros de dilatación y ambos mellizos en presentación cefálica. Tras realizar una prueba urgente para detectar COVID-19, la partera comenzó a preparar a la mujer inmediatamente para una epidural siguiendo sus indicaciones mientras respiraba oxígeno de una mascarilla. El resultado de la prueba no fue una sorpresa: positivo en COVID-19. E. avanzó rápidamente, con el apoyo de su marido, y dio a luz espontáneamente primero a una niña, que pesó 2.775 gramos, y a los dos minutos a un niño, que pesó 3.455 gramos. La sala se llenó de emoción, risas y lágrimas bajo las mascarillas N95, las gafas y los trajes, y también bajo la mascarilla de oxígeno de E. y la mascarilla quirúrgica de su marido, cuando todo el mundo se puso a celebrar los nacimientos. Fuera, en las salas de parto, el personal se puso a vitorear y aplaudir cuando la enfermera de cuidados intensivos neonatales les dio la noticia desde la antecámara. El resto del parto prosiguió sin ninguna complicación.

A causa de la fiebre de la madre, los mellizos, tras estar en los brazos y ser alimentados por E., fueron trasladados a la unidad de cuidados intensivos neonatales por cuestión de la fiebre mientras E. y su marido se recuperaban y descansaban. Durante la noche, la paciente permaneció bajo la observación de las parteras y los médicos del departamento y por la mañana fue trasladada a la sala de coronavirus en la planta inferior donde su marido y los mellizos se reunieron con ella poco después.

Las enfermeras y las parteras del Centro Médico se han enfrentado a numerosos retos y han llevado sus capacidades al límite sosteniendo a estas mujeres y a sus parejas. Han tenido menos dotación de personal de la necesaria cuando las parteras y auxiliares enfermaban de COVID-19 o se confinaban con sus hijos enfermos y sus colegas les enviaban paquetes de cuidados, cubrían sus turnos y después les acogían de nuevo en el trabajo. En todo el proceso, han mantenido sus valores y los de la enfermería y la partería, además de seguir prestando un servicio al que tienen derecho todas las mujeres en diferentes situaciones sin comprometer la calidad de los cuidados y sin contar con personal adicional para ello.

Karin afirma que “Lo que ofrecemos va más allá de lo que se puede medir. Es un servicio del corazón y el alma. Yo estoy orgullosa de poder decir que el personal ha ido más lejos en circunstancias casi imposibles. La gran lección aprendida y la recomendación para los administradores sería recordar que más allá de nuestros derechos como profesionales, la verdadera fortaleza de nuestra profesión reside en el corazón, algo que no se puede comprar sino solo ganar con respeto, amor y predicando con el ejemplo.”